Historias de San Luis: agradecimientos y algo de El Trapiche
Por Nino Romero.
Desde que surgieron estas notas, gran parte de ellas fueron posibles gracias al aporte e ideas de los lectores y lectoras.
Muchas veces he contestado los mensajes y comentarios a quienes los enviaron en forma directa, pero no está mal hacerlo públicamente como lo haré a continuación.
Los recuerdos que se publicaron el domingo pasado de El Volcán generaron por ejemplo una invitación de Sergio López Fernández a recordar esas épocas e ir de nuevo a El Volcán, pero en ómnibus. Por supuesto que acepto. Fue un comentario que en sí mismo era una historia de vida, porque compartió vivencias personales y añadió al metegol del
bar, la mesa de billar con los hongos que la llamábamos “billar hongo”. Y también las canastas familiares con los sándwiches de milanesas y las latitas de picadillo de carne.
Otro amigo, Oscar, quien figura como GaticaespinosaGatica, derramó un lagrimón a miles de kilómetros de distancia, desde un ventanal de un Madrid nevado.
María Virginia Pérez Segade revivió recuerdos inolvidables de su infancia en El Volcán y Melani Daiana Sosa nos contó que es oriunda de Buenos Aires, pero que eligió a El Volcán como su lugar en el mundo.
“Adoro a mi ciudad con alma de pueblo” escribió, y se mostró optimista en que las cosas van a mejorar y El Volcán recuperará “lo que tanto encantaba”.
Que se cumplan estos deseos Melani.
Ana Cabrera y María del Carmen Pagano Colautti expresaron sus recuerdos y Liliana Zelikson, que en una época nombrar a su familia era citar a Villa Andrea, evocó a su Papá con sus binoculares mirando desde lo alto, y a Poroto, el bañero, contando cuántas veces cruzaba nadando La Hoya. Gracias a todos por estar comunicados.
El otro lugar, ya más lejano para ir en verano era El Trapiche, nombre que hace unos días se encargó de explicar el actual intendente, recordando que así se llamaba a determinados tipos de molinos hidráulicos que se movían generalmente con la fuerza de caballos.
Hay una figura con esta representación en la localidad.
Hasta hace un tiempo era el epicentro indiscutido de los festejos del Día del Estudiante. También el lugar dónde se hacía (o se hace) el Festival de los Ríos, del que participé durante muchos años.
De niño conocí a El Trapiche acompañando a mi Padre que iba a realizar obras en alguna hostería y casas del lugar.
Lo hacía junto a un señor de apellido Vasallo, que tenía un Fiat 1500 para viajar todos los días a cumplir con las obligaciones.
Porque mis vacaciones eran esas. Salir como compañía de mi padre a los lugares donde trabajaba.
Así descubrí a un lugar maravilloso, especial, porque me pasaba el día caminando o bañándome en el río o sentado en alguna piedra al costado del agua. Un lugar que a pesar de mi corta edad me llenaba de tranquilidad.
Tuve la dicha conocer y tratar con don Martín Grillo, que a través de su poesía y relatos me hizo enamorar del lugar.
La relación con él continuó por muchos años, ya sea cuando trabajaba en radio y recibía su visita en mis programas, o lo escuchaba en otras audiciones contando apasionadamente las historias de su amado Trapiche. O invitando a la presentación de algún libro. Un indiscutido ciudadano ilustre del lugar.
Y allí también, ya más grande, compartí momentos únicos en la casa de mi amada Beba Di Genaro, aprendiendo de sus historias y escuchando música selecta mientras tomábamos un té o alguna bebida espirituosa.
El Trapiche actual es totalmente distinto al que me estoy refiriendo. Hay crecimiento. Pero en la memoria siguen la Hostería Los Sauces de la familia Filipello, la Hostería Rosales y su comidas criollas y guitarreadas, las vertientes con el agua más pura que se pueda imaginar, la empresa de ómnibus El Puntano, el almacén de los Xacur, las empanadas caseras en distintos lugares, los bizcochos blanqueados para el mate y mucho más.
Continuaremos porque hay mucho, pero mucho más para recordar. No se olviden de ayudarme. Gracias.